BOLETIN DE NOTICIAS de MOVIDA AMBIENTAL

4/12/2011 - - ¿Cómo describe la situación actual ante la actividad de las mineras? 
- Todos los días tenemos novedades. Las multinacionales son una familia. Yamana Gold y la Barrick Gold son lo mismo. Ahora nos dicen a nosotros que el emprendimiento minero que está a 17 kilómetros de nuestras casas pasó a Minera La Alumbrera, que es la que está hace 13 años. Pero el día que quieran poner en marcha el proyecto, estamos seguros de que nos vamos a enfrentar con ellos porque no nos queda otra. Nos quedaríamos sin agua, sin aire y sin territorio. Lo digo por experiencia. Estuve en un pueblito de La Rioja que se llama Guandón y no tienen nada de frutas. Hace tres años que allí funciona una mina. Ellos se reunieron con la empresa minera. Los empresarios le dijeron que no pueden hacer nada contra la naturaleza, y por eso el viento llega al pueblo transportando todo el polvo mineralizado y allí se deposita. Eso nos enseña y nos dice que estamos jugados. Por eso yo sufrí represión y cárcel.
- ¿Fue reprimido?- En la represión me salvé por viejo. En otra oportunidad estuve detenido pero la fiscal no me pudo judicializar. Me detuvieron por parar un camión que transportaba concentrados. Pero se comprobó que ese camión tenía exceso de carga. Yo estaba defendiendo el artículo 41 de la Constitución. Estas situaciones son frecuentes. Es un sufrimiento de todos los días. Ya no nos van a dar palos, nos vamos a defender.
- Están decididos a impedir que funcione ese emprendimiento.- Sí, hasta la muerte. Si tenemos que morir, vamos a morir. No nos queda otra, no hay otra solución. Por eso yo propuse en la UAC hacer una marcha nacional. Hay que organizarse para hacerlo. El gobierno tiene que entender que somos personas y queremos vivir. Hasta se atrevieron a concesionar el pueblo a una multinacional. El principal mineral es el uranio. El pozo que hacen es de tres a cuatro kilómetros de grande. Con eso se nos termina el agua. Si tengo mis nietos, tengo que ir, dejar todo y salir del lugar. Es triste cuando uno vive ahí. Por eso decimos que por ahí no pasan y nos ponemos enfrente de los camiones para que no pasen. No nos atropellan porque no quieren que seamos noticia. La culpa no la tienen tanto las empresas, sino los argentinos gobernantes cipayos, vendepatria, traidores y asesinos.
- ¿Cuánto tiempo hace que Andalgalá está resistiendo a la megaminería?- Hace 13 años. Nosotros fuimos los primeros en tener una minería a cielo abierto. Cuando se levantó Esquel llevaron a dos referentes de Andalgalá a que cuenten qué es lo que pasaba. Esquel pudo parar la minería. Y ahí arrancamos nosotros. Éramos unos 10 o 20. Ahora somos muchos más los que todos los sábados hacemos una marcha alrededor de la plaza que llega a juntar a más de 2 mil vecinos. El sábado pasado se cumplió la marcha 88. Las empresas mineras no tienen licencia social, y eso es muy fuerte para las empresas y para el gobierno. Si no hay licencia social no van a entrar. Por eso nosotros todos los días sumamos gente.
- ¿Cuál es el trabajo que hacen las empresas para obtener esa licencia social?- Hasta hace unos dos meses, ellos hacían una contramarcha los viernes. Alquilaban combis para traer personas de otro pueblo y les pagaban 100 pesos. La gente necesita la plata. También tenían patovicas para que se enfrentaran con nosotros. Como ahora entró empresa Alumbrera, se tomó otro método. Ya no hay marchas ni patovicas. No quieren que Andalgalá sea noticia y generar así una sensación de paz para entrar al lugar de explotación. Pero se equivocan. Por eso es que queremos una marcha nacional. Tenemos una prueba piloto el 9 de diciembre. En las provincias de Catamarca, La Rioja, Jujuy, Santiago del Estero, Mendoza, San Juan y Córdoba las asambleas se van a trasladar a las ciudades capitales. Seguimos en lucha.
- ¿Qué le genera en lo personal toda esta situación?- Sufro mucho. Saben quién soy. Me han seguido. Es triste vivir ahora. Te encontrás con una persona y no sabés si es un enemigo. Mi casa tenía las puertas abiertas. Ahora tuve que poner rejas porque han ido a amenazarme. Para poder venir acá tuve que dejar a mi señora en Córdoba, en la casa de mi hija. Es difícil la situación, después de 70 años de vivir ahí. Pero como ya hice mi vida, yo no quiero que mis nietos me pregunten si hice algo para que ellos no tengan sed. Por eso estoy en la lucha y voy a seguir porque no queda otra.
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