Si bien los investigadores y los apicultores aún no han identificado con claridad la causa de esta situación, muchos sostienen que existe una incidencia negativa por parte de las ondas electromagnéticas, los pesticidas, los parásitos, la contaminación y el cambio climático, entre otras.
Foto: Ricardo Barbieri
Más allá de que la desaparición de las abejas se registra desde los años 90, en el otoño del 2006 se dio la primera señal de alarma cuando comenzaron a desaparecer rápidamente en Estados Unidos, con pérdidas en las poblaciones que rondaron entre el 30 y el 90 por ciento. Esta situación, conocida como “síndrome de colapso de las colonias” (CCD, por sus siglas en inglés), continuó intensificándose, abandonando los insectos sus colmenas y dejando sólo a la abeja reina y algunas más jóvenes.
El CCD también fue registrado en países europeos como Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Italia, Alemania, Suiza, España, Grecia, Polonia y Holanda desde principios del 2000. Este fenómeno, sumado a la intoxicación por pesticidas, hace que las abejas pierdan su capacidad de orientación y no puedan regresar a las colmenas.
Foto: Ricardo Barbieri
Otra de las causas está dada por la influencia de los campos electromagnéticos. Al respecto se han realizado numerosos estudios que confirman que las tecnologías actuales, como teléfonos inalámbricos, producen un debilitamiento de las colmenas, una incapacidad de las abejas en encontrarlas y mayor predisposición a contraer enfermedades.
Las abejas, que estarían en el planeta desde hace por lo menos unos cien millones de años, son pilares de la polinización, por lo que la presencia de muchas flores, frutas y legumbres dependen de su existencia.
No por nada Albert Einstein previno a la humanidad: “Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, el hombre no tendría más que cuatro años a vivir, no más polinización, no más hierba, no más animales, no más hombres”.