Mal que les pese a los administradores locales del poder colonial, a sus gestores, ‘ocupas’ y voceros, contraviniendo y birlando la perversa ‘trampa’ instalada desde quienes especulan con la vida, no hubo violencia; la violencia que se esperaba y que se azuzaba… Pese a todas las presiones y las provocaciones, no pudieron forzar lo que estaban esperando, para justificar la arremetida represiva ‘final’ que busca ahogar de una vez por todas la voluntad popular que ellos llaman ‘anti-minera’ y nosotros decimos de ‘cuidado de la vida’…
Aunque se sembró y se provocó la violencia, el estallido de indignación pobló la plaza, una vez más, de modo pacífico; con la paz y la firmeza que nace de la confianza en la propia fuerza popular, de que esta vez no se van a salir con la ‘suya’; de que pese a todas las asimetrías de esta lucha desproporcionadamente desigual, la cordura y la justicia vienen abriéndose camino y siguen andando nomás…