MALDITOS
Una BANDA que causa FURIA: Los BARRICKTURROS
Alberto Acosta*
Jueves 23 de febrero de 2012, por Revista Pueblos
Aunque resulte poco creíble a primera vista, la evidencia reciente y muchas experiencias acumuladas permiten afirmar que la pobreza en muchos países del mundo está relacionada con la existencia de una significativa riqueza en recursos naturales. Sobre todo parecen estar condenados al subdesarrollo aquellos países que disponen de una sustancial dotación de uno o unos pocos productos primarios. Una situación que resulta aún más compleja para aquellas economías dependientes para su financiamiento fundamentalmente de petróleo y minerales.
Estos países, entre los que se cuenta Ecuador, estarían atrapados en la lógica perversa de la maldición de la abundancia”1. ¿Será que son países pobres, porque son ricos en recursos naturales?, pregunta invitando al debate Jürgen Schuldt [1].
ECUADOR EN LA TRAMPA PETROLERA
En los años setenta del siglo XX, como pocas veces en su historia, el Ecuador entró de lleno en el mercado mundial. No porque se hubiera producido un cambio cualitativo en su condición de país exportador de materias primas (banano, cacao, café, etc.) sino más bien por el volumen de sus exportaciones petroleras, que superó largamente los niveles de los anteriores productos primarios que caracterizaron a la economía ecuatoriana. La explotación de crudo constituyó el revitalizador de la economía, otorgándole a Ecuador la imagen de “nuevo rico”.
Entonces el país se volvió atractivo para los bancos extranjeros. Antes, la economía ecuatoriana había tenido una importancia relativamente marginal para los capitales foráneos. Así las cosas, el Ecuador petrolero consiguió los créditos que no había recibido el Ecuador bananero y mucho menos el cacaotero. Pero la riqueza petrolera no fue el único detonante de la carrera de endeudamiento externo. Hay que destacar que el masivo flujo de recursos financieros hacia los países subdesarrollados en los años setenta del siglo XX se debió, sobre todo, a la existencia de importantes volúmenes de recursos financieros en el mercado mundial.
Esta situación de abundancia relativa de recursos financieros permitió un manejo político de cierta tolerancia en medio de un régimen dictatorial. El petróleo facilitó la postergación de algunos conflictos estructurales. El Ecuador mantuvo el carácter de una economía extractivista [2]. Tampoco se transformó la estructura de la propiedad, caracterizada por niveles de elevada concentración. Esta bonanza motivada por el petróleo, que apareció en forma masiva y relativamente inesperada, se acumuló sobre las mismas estructuras anteriores y reprodujo, a una escala mayor, gran parte de las antiguas tensiones. Así, en poco tiempo se cristalizó en “el mito del desarrollo” [3].
Mientras duró el auge petrolero, el estado se constituyó, por primera vez, en el actor principal del manejo de la economía. El estado “petrolero” (más allá de las intenciones reformistas de la dictadura militar) fue, una vez más, expresión del poder de los grupos dominantes.
Hay que mencionar, también, las distorsiones provocadas por una mal entendida y peor aplicada estrategia de industrialización vía sustitución de importaciones, cuya aplicación (errada e incluso incompleta) terminó por consolidar las prácticas rentistas de amplios segmentos empresariales.
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ECUADOR EN LA TRAMPA PETROLERA
En los años setenta del siglo XX, como pocas veces en su historia, el Ecuador entró de lleno en el mercado mundial. No porque se hubiera producido un cambio cualitativo en su condición de país exportador de materias primas (banano, cacao, café, etc.) sino más bien por el volumen de sus exportaciones petroleras, que superó largamente los niveles de los anteriores productos primarios que caracterizaron a la economía ecuatoriana. La explotación de crudo constituyó el revitalizador de la economía, otorgándole a Ecuador la imagen de “nuevo rico”.
Entonces el país se volvió atractivo para los bancos extranjeros. Antes, la economía ecuatoriana había tenido una importancia relativamente marginal para los capitales foráneos. Así las cosas, el Ecuador petrolero consiguió los créditos que no había recibido el Ecuador bananero y mucho menos el cacaotero. Pero la riqueza petrolera no fue el único detonante de la carrera de endeudamiento externo. Hay que destacar que el masivo flujo de recursos financieros hacia los países subdesarrollados en los años setenta del siglo XX se debió, sobre todo, a la existencia de importantes volúmenes de recursos financieros en el mercado mundial.
Esta situación de abundancia relativa de recursos financieros permitió un manejo político de cierta tolerancia en medio de un régimen dictatorial. El petróleo facilitó la postergación de algunos conflictos estructurales. El Ecuador mantuvo el carácter de una economía extractivista [2]. Tampoco se transformó la estructura de la propiedad, caracterizada por niveles de elevada concentración. Esta bonanza motivada por el petróleo, que apareció en forma masiva y relativamente inesperada, se acumuló sobre las mismas estructuras anteriores y reprodujo, a una escala mayor, gran parte de las antiguas tensiones. Así, en poco tiempo se cristalizó en “el mito del desarrollo” [3].
Mientras duró el auge petrolero, el estado se constituyó, por primera vez, en el actor principal del manejo de la economía. El estado “petrolero” (más allá de las intenciones reformistas de la dictadura militar) fue, una vez más, expresión del poder de los grupos dominantes.
Hay que mencionar, también, las distorsiones provocadas por una mal entendida y peor aplicada estrategia de industrialización vía sustitución de importaciones, cuya aplicación (errada e incluso incompleta) terminó por consolidar las prácticas rentistas de amplios segmentos empresariales.
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