La idea incial de generar una charla-debate, quedó en una expresión de deseos porque, aunque fueron invitados, no estuvieron en el teatro los representantes de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), Nucleoeléctrica Argentina S,A (NA-SA) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que son los entes encargados de difundir a la población la información sobre los potenciales efectos de las centrales nucleares.
No obstante, tanto Fernando Solanas como Claudio Caruso, de la Asociación Contra la Contaminación Ambiental del Partido de Esteban Echeverría, y Pablo Bergel, Legislador por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, encabezaron la disertación aportando datos de enorme importancia sobre como afectan las centrales nucleares, sus residuos y las políticas de ocultamiento que se aplican en la sociedad.
Los folletos distribuidos al ingresar a la sala servían de interesante introducción con detalles que puntualizaban la posición de las sociedades actuales que, quizás por desinterés o falta de información, no han asumido los riesgos que las rodean.
“Nadie parece demasiado preocupado por tener a una Argentina, en un horizonte a veinte años, con los suelos agrícolas agotados, los ríos subterráneos infiltrados con cianuro, las aguas de las altas cumbres en manos de corporaciones extranjeras con vínculos militares. Ni tampoco nos llaman mucho la atención el futuro de los reactores nucleares y sus residuos radiactivos”.
Afirmando con convicción, que la energía nuclear en algún momento dejará de ser, pero la gran pregunta es: ¿a qué costo?
Una platea cubierta por más de 100 personas entre, para la sorpresa de los disertantes, había mucha juventud y rostros que expresaban necesidad de saber, sirvió de marco a estos primeros pasos hacia la concientización que la región duerme con el peligro al lado.
Mauro Fernández (miembro de Greenpeace que no pudo asistir) envió una carta en la que advertía al pueblo de Lima sobre los riesgos de tener una central nuclear tan cerca y como estas afectan sus vidas.
El Legislador por Buenos Aires, Pablo Bergel, mostró su descontento por la ausencia de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), que es quien debe informar a la población sobre la problemática de poseer centrales nucleares.
Por otra parte , manifestó que no hay responsabilidad del Estado en regular la situación y dar respuestas a inquietudes y preguntas y como cierre, advirtió que las generaciones futuras son las que pagaran por el daño que se hace hoy en día.
Claudio Caruso, en un discurso con mucho sarcasmo, destacó las pésimas decisiones gubernamentales en el trato de los residuos radiactivos.
“Donde hay una instalación nuclear hay un problema” declaró, explicando como se dañaron las napas con plutonio (material para hacer bombas atómicas que contamina por 250 mil años),contaminando el agua que consumen 2 millones de personas en Capital.
El Plutonio genera una muerte lenta, dejando tiempo para culpar a otros factores cuando la hay una realidad más que evidente, señaló.
Llegado el turno de “Pino” Solanas, el discurso más esperado de la noche con seguridad, Su rostro mostraba una mezcla de enojo y preocupación que se reflejaba en el tono de su voz.
Habló de una “irresponsabilidad total de las autoridades que nos gobiernan” y de una “desinformación cómplice” en escuelas, universidades, centros políticos y medios de comunicación.
“¿Por qué será que está prohibido bañarse en el Paraná?” se preguntó con un tono irónico, afirmando una y otra vez que “la más delirante de las energías es la energía nuclear” por el gran daño que le ocasiona a la naturaleza, a la que defendió con pasión.
“Se vienen desafiando los desequilibrios de la naturaleza hace siglos, y la dirigencia nacional es de una torpeza que no se puede imaginar”.
Después se explayó sobre los proyectos de Atucha 2 y una probable Atucha 3, que costaran miles de millones de dólares, cuando por un precio mucho menor se puede comenzar a utilizar energía eólica.
“La máquina del capitalismo industrial viene corrompiendo a la naturaleza por sus intereses, Argentina tiene grandes riquezas para explotar sin energías contaminantes”.
Por último, mencionó que hacía tiempo no regresaba a la ciudad de Zárate y le dejó un mensaje a la industria del automóvil: “Hacía rato no venía a Zárate… ¡Qué cantidad de coches! La civilización del automóvil es lo que más ha contaminado”.
En el final, vino el intercambio con el público que mostró su preocupación por la generalización del desinterés y la indignación por el mal que se le hace a la gente a partir del ocultamiento de una realidad palpable.
El Movimiento Antinuclear Zárate-Campana sigue avanzando. El camino es largo pero con seguridad empezará a ser seguido por muchos que quieren una vida mejor, sin peligros y sin enemigos silenciosos, para y por estas generaciones y las que vendrán.
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