MALDITOS
Una BANDA que causa FURIA: Los BARRICKTURROS
Catamarca ‘Minera-lizada’: la represión como ‘política de Estado’ y la rearticulación de un nuevo régimen de violencia colonial.
Horacio Machado Aráoz (Colectivo Sumaj Kawsay – Asanoa Catamarca – UAC – Universidad Nacional de Catamarca)
“La tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el ‘estado de excepción’ en el que vivimos”. (Walter Benjamin, “Conceptos de Filosofía de la Historia”, 1959)
A apenas siete meses de su asunción, las esperanzas de distinto tenor que el nuevo gobierno ‘justicialista’ en la Provincia había despertado sobre un anhelado cambio en la política minera han sido completamente aniquiladas. Por la fuerza de los hechos, aquellas expectativas dan la impresión de ser parte ya de un pasado remoto; hasta parecen nunca haber traspasado las fronteras de la pura ficción política. Es que, en lugar del diálogo con los movimientos sociales y de las promesas de “no permitir el saqueo”, el gobierno de la médica Lucía Corpacci se muestra empeñada en sostener a rajatabla el modelo de minería transnacional a gran escala. Así, lleva el triste récord de seis represiones en tan sólo siete meses. Aceleradamente, la nueva gestión trocó las ilusiones en frustraciones. Y no sólo eso: parece decidida a consolidar un implacable régimen de autoritarismo e intolerancia represiva en la materia.
Como no puede ser de otro modo, la persistencia en el mismo rumbo provoca la generalización e intensificación de la violencia. Más allá de todas las ‘condenas’ hipócritas o ya directamente cínicas a la ‘violencia’, más allá de declaraciones ‘políticamente correctas’ de funcionarios y medios masivos de comunicación haciendo llamados vacíos al ‘diálogo’, los canales de la resolución democrática del conflicto son minados desde el poder, toda vez que parten de la descalificación absoluta a los interlocutores ‘ambientalistas’ y del presupuesto intransigente e innegociable de que la minería se hace ‘sí o sí’. En ese marco, la violencia se encarna como un rasgo estructural de nuestra sociedad local; una sociedad -hay que admitirlo- sometida a un brutal colonialismo histórico que, por supuesto, no es reciente.
En sus reflexiones sobre el fenómeno (“Los condenados de la Tierra”, 1961), hace unos cincuenta años atrás, Franz Fanon advertía que la violencia impregna característicamente los entornos coloniales. Tal como lo estamos viendo y sufriendo en nuestra Catamarca y en Nuestra América toda, la violencia se vuelve un elemento endémico de las sociedades sometidas a coloniaje; afecta a todos los sujetos y a todas las dimensiones de la vida… Pero no hay que perder de vista quiénes son, en realidad, los auténticos productores de esa violencia. Es que violento no es cualquiera, ni que se lo proponga. La violencia originaria sólo surge de y desde el lugar del poder. Los violentos de verdad no son ‘los que quieren’, sino los que pueden serlo; es decir, los que tienen el control sobre los recursos y medios de violencia; la capacidad objetiva y estructural para ejercerla.
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