Desde el 1º de enero de 2010, la ley de biocombustibles obliga a que en la Argentina todas las naftas contengan un 7% de etanol, un alcohol hecho en base a caña de azúcar. Pero no sólo la norma legal es una prueba de que esta energía renovable llegó para quedarse: los grandes ingenios azucareros de Tucumán ya están invirtiendo millones de dólares en actualizar y montar nuevas plantas de etanol. Claro que existe otro lado de esta tecnología, el de los pequeños productores de caña -aquellos con entre 10 y 50 hectáreas-, a los que el INTI quiere ayudar a que se incorporen a este mercado nuevo.
En el Instituto, este proyecto comenzó en febrero de este año con la revisión de la información existente y la definición de los actores que lo harán factible. El plan es instalar en cooperativas de productores cañeros chicos varias unidades de extracción de jugo de caña y su fermentación hasta lograr un vino –así se dice en la jerga azucarera- con 50% de alcohol, para luego refinarlo en una unidad central que producirá etanol con un 99,5% de pureza, tal como requiere la normativa de la Secretaría de Energía.