Según Mercedes Assorati, coordinadora del Programa Esclavitud Cero de la Fundación El Otro, dedicada a promover la participación ciudadana en asuntos públicos, “el sur del país [que concentra las principales cuencas hidrocarburíferas de Argentina] es un enorme prostíbulo. Esto tiene una raíz histórica, tiene que ver con el desarrollo de la industria petrolera y con la presencia de hombres solos que estaban largos periodos de tiempo en lugares donde no había mujeres. Ahora esto cambió un poco, pero es como una impronta cultural”. Diversos estudios han coincidido en que la principal forma de reclutamiento es la captación mediante el engaño de mujeres y niñas, principalmente de sectores pobres. No obstante, el secuestro es también una práctica común, y se extiende hacia mujeres de diversos sectores sociales. “El dinero es lo que produce la demanda y la demanda es lo que hace que de la otra parte esté la oferta”, resume Adriana Domínguez, titular de la delegación Córdoba del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo, dependiente del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. “¿Cómo es la oferta? Secuestrando niñas para la trata o engañándolas para ir a trabajar a esos lugares [ofreciéndoles otros empleos]”, sostiene.
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