MALDITOS

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Una BANDA que causa FURIA: Los BARRICKTURROS

Una BANDA que causa FURIA: Los BARRICKTURROS


  (O Del oxímoron como lógica del pensamiento colonial)
Horacio Machado Aráoz (Colectivo Sumaj Kawsay – Asanoa Catamarca; Docente de la Universidad Nacional de Catamarca)

Como si en la provincia no hubiera pasado nada en los últimos quince años, como si el poder tuviera capacidad de extender su eficacia amnésica más allá de aquellos que lo ‘ejercen’, el todavía nuevo gobierno de Catamarca se muestra decidido a imponer a rajatabla el cuestionado ‘modelo minero’. Habiendo prometido cambios, lo que ha hecho en realidad es avanzar hacia la profundización y aceleración del mismo viejo esquema que tantas resistencias ha generado. Las ‘novedades’ se reducen a tibios intentos por incrementar la porción de la renta minera que queda en manos del Estado, mediante una vía ya probada con Alumbrera (el recurso a la creación de una empresa estatal que se asociaría a las empresas transnacionales para participar en una porción de las ganancias). En contrapartida, no ha escatimado esfuerzos –ni se ha detenido en ‘pruritos’ éticos- para usar los aparatos ideológicos y represivos del Estado en una abierta campaña propagandística (y de la ‘otra’) destinada a imponer la fe en el desarrollo minero[1].
En ese empeño, la gobernadora no pierde oportunidad, en cada aparición pública, por predicar la jaculatoria promesante de la “minería como motor de desarrollo”, así convertido en eje de ‘su’ discurso político. Lo llamativo en estos días es que lo ha hecho en el marco del acto conmemoratorio de la proclaración de la “autonomía” de Catamarca. Tras admitir que todavía “seguimos teniendo muchas dificultades para alcanzar la independencia económica”[2], no ha reparado en el dislate histórico y científico que significa apostar a un modelo de economía de enclave como base para superar aquella ‘falencia crónica’. Justamente, si algo constituye la antítesis exacta de la independencia económica es el esquema de una economía de enclave, expresión emblemática del colonialismo en el campo de lo económico, tal como nos lo enseñan los más sólidos y perdurables desarrollos de las ciencias sociales latinoamericanas en sus distintas disciplinas y corrientes teóricas[3]. Igual que el eslogan de una ‘minería (a gran escala) sustentable’, se trata de lo que en lógica se conoce como ‘oxímoron’: una contradicción en sus propios términos… Algo así como recurrir a operaciones militares y métodos de violencia para fundar una verdadera democracia (dicho a propósito de las intervenciones estadounidenses en Medio Oriente).
De todas maneras, más allá del cinismo o la ignorancia dolosa de nuestra clase dirigente, la fuerza de los acontecimientos irrumpe sistemáticamente para enseñarnos ‘en carne propia’ las lecciones de la historia. Por caso, el aludido discurso de la gobernadora y los festejos de la ‘autonomía’ han coincidido con la contingente irrupción de sendas ‘noticias’ que, precisamente, chocan de pleno contra la fantasía del ‘desarrollismo minero’. Por estos días, los diarios y las radios locales daban cuenta de la detención del intendente de Belén, investigado por defraudación en el uso de fondos públicos, y en particular, de recursos de regalías mineras; se publicaba la última medición de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, que muestra (como viene siendo ya una ‘costumbre’) a Catamarca, al tope y por lejos, como el distrito de mayor desempleo del país (11,7 % frente al 7,2 % de la media nacional)[4]; y también se informaba que en el 2011, Minera Alumbrera se había constituido como la principal exportadora del país, desplazando de ese lugar a la gigante de los agronegocios, Cargill[5].
Presentados como ‘noticias’ aparentemente inconexas -según el tratamiento mayoritario de las empresas periodísticas locales-, a nuestro entender, tales hechos no sólo están profundamente vinculados, sino que más aún, constituyen una prueba ejemplificadora de los resultados que cabe esperar del ‘modelo de desarrollo minero’. En la articulación contingente entre desocupación – corrupción – clientelismo – mega-exportaciones, esas  ‘noticias’ ponen de manifiesto la ‘verdad desnuda’ del modelo: muestran la ecuación ecobiopolítica de la expropiación estructural.
Es que la minería transnacional a gran escala constituye un modelo típico de economía de enclave, de cuya profundización no cabe esperar un desarrollo local equilibrado, mayores oportunidades de empleo, superación de la pobreza y achicamiento de las desigualdades, sino todo lo contrario. En realidad, no cabe esperar más de lo que ya tenemos y que está a la vista de todos (los que lo quieran ver): los récords de saldos exportables se conjugan con los récords de desocupación, de corrupción y de clientelismo. Lo que vemos hoy en nuestra provincia, puede constatarse a lo largo de la historia de las diversas regiones ‘mineras’ latinoamericanas. Incluso investigaciones recientes de instituciones muy ligadas al sector dan cuenta de las ‘falencias’ del ‘desarrollo’ basado en la radicación de grandes explotaciones mineras. Una de ellas, en sus conclusiones, señala: “La minería desarrolla pocas ventajas locales dinámicas. El derrame financiero de la actividad se da más en las metrópolis dentro o fuera de América Latina que en las economías de las regiones donde se encuentra la fase extractiva. En las aglomeraciones mineras coexiste un segmento empresarial moderno, poco enraizado en la economía local, que persigue una estrategia de eficiencia, con un segmento empresarial tradicional atrapado en una estrategia de sobrevivencia. La contribución de la minería al desarrollo local es percibida como insuficiente por la comunidad aledaña. El desarrollo y las condiciones locales son de importancia menor para la eficiencia de las empresas mineras modernas. Esto no genera un círculo virtuoso que produce desarrollo. Las grandes empresas sí tienen una gran capacidad de innovación (…), sin embargo, pertenecen a conglomerados transnacionales que hacen el esfuerzo de innovación preferentemente en su lugar de origen” (Buitelaar, 2001: 308)[6].
Otros estudios similares destacan los impactos de desplazamiento y desintegración económica que la irrupción de la minería transnacional de exportación tiene sobre los sistemas y circuitos de producción y de consumo locales, donde la mayor circulación monetaria en fases de auge alimenta el consumo exógeno en detrimento de las capacidades productivas y tecnológicas endógenas. Pese a los esfuerzos en desarrollar un sector de proveedores locales, las empresas que se forman en torno a la gran minería se limitan a roles de intermediación comercial, provisión de servicios auxiliares de baja productividad, imitación tecnológica y aporte de mano de obra barata[7].
En definitiva, como puede comprobarse a lo largo de las investigaciones históricas y recientes en América Latina, la radicación de grandes capitales extranjeros destinados a la explotación extractiva de ‘recursos naturales’ destinados a la exportación, termina configurando una matriz socioproductiva caracterizada por altos niveles de desintegración sectorial y fragmentación territorial, dominada por profunda asimetrías económicas, sociales y tecnológicas que terminan consolidando las bases materiales de fuertes desigualdades políticas.
En estos términos, en nuestra provincia, el extractivismo minero alimenta una formación social rentística, un régimen político de estructura oligárquica, basado en la centralidad del aparato estatal, en tanto objeto y medio clave de reproducción de la jerarquización social. La dinámica política se limita a la disputa de acotadas élites locales por el control del aparato estatal, como base de sus privilegios y posiciones de dominio; los procesos de legitimación política se reducen a la implementación de distintos esquemas de clientelismo, sólidamente asentados en férreas condiciones objetivas de dependencia económica de vastos segmentos poblacionales. En definitiva, las bases económicas de la oligarquía rentística, de las desigualdades, la corrupción y el clientelismo endémicos, se hallan precisamente en la naturaleza de la matriz socioproductiva que se configura en torno a una economía que pretende como ‘motor’ a la radicación de grandes capitales extranjeros destinados a la explotación extractiva de ‘recursos naturales’.
No se trata de ‘falta de desarrollo’: es éste el tipo de desarrollo que producen las economías de enclave. Insistimos, como lo advierte la larga tradición de investigaciones de las ciencias sociales latinoamericanas, una economía de enclave es sinónimo de crecimiento que empobrece; de una economía que lejos de constituir las bases de una sólida soberanía política, de carácter igualitario y popular, constituye la ‘infraestructura’ de la dependencia política y el despojo de derechos… Las evidencias están a la vista; sólo se trata de saber leer.



[1] Sí, digo fe, pues estamos en tiempos de re-colonización; y de lo que se trata es de imponer el nuevo catecismo de la religión del Imperio. Como enseña Althusser, la fe (creencia-ideología) es, en realidad, una práctica que se hace cuerpo.
[3] Desde sus orígenes, diversos autores de las más variadas tradiciones teóricas y políticas del pensamiento científico social latinoamericano, han resaltado los múltiples efectos negativos de las ‘economías de enclave’. Desde las críticas de Prebisch a las economías primario-exportadoras y el estructuralismo originario de la CEPAL, a la sociología clásica de vertiente liberal-funcionalista; de los desarrollos de la teoría de la dependencia a los estudios críticos sobre el imperialismo y el sistema-mundo, pasando por las investigaciones históricas de la antropología económica, hasta llegar a las corrientes contemporáneas del pensamiento decolonial, con sus planteos postdesarrollistas y sus críticas a la modernidad eurocéntrica, las ciencias sociales latinoamericanas aportan casi un siglo de estudios críticos sobre este fenómeno y sus ‘impactos’. Resultantes de los complejos procesos de integración subordinada de nuestras economías regionales a la dinámica del mercado mundial, las economías de enclave son consideradas como factor clave del ‘subdesarrollo’ y la dependencia económica estructural de nuestros países. A ella se asocian fenómenos tales como la conformación de regímenes oligárquico-autoritarios; grandes desigualdades sociales y sectoriales, procesos de marginalidad, exclusión y segregación; desintegración productiva y heterogeneidad estructural de los mercados internos; dependencia tecnológica, comercial y financiera de los ‘mercados externos’, fuga sistemática de capitales, etc.
[5] Durante el 2011, Alumbrera exportó minerales por un valor de 4,3 mil millones de dólares, siendo la primera del ranking de empresas exportadoras, seguida de Cargill, cuyas exportaciones fueron de 3,7 mil millones de dólares. (http://www.diariobae.com/diario/2012/08/23/16565-alumbrera-desplazo-a-cargill-al-segundo-lugar-en-el-ranking-de-exportadores.html).
[6]  Buitelaar, Rudolf (Comp.) “Aglomeraciones mineras y desarrollo local en América Latina”, Cepal – Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Canadá, Ottawa, 2001.
[7] Kuramoto, Juana (2000) “Las aglomeraciones productivas alrededor de la minería: el caso de la Minera Yanacocha S.A.”. Cepal, Santiago de Chile.
Kuramoto, J. (2001) “Las aglomeraciones mineras en el Perú”. En Buitelaar, Rudolf  (Comp.) (2001) “Aglomeraciones mineras y desarrollo local en América Latina”. Cepal – Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Canadá, Ottawa.
Culverwell, M. (2001) “Desarrollo de proveedores en la región de Antofagasta”. En Buitelaar, Rudolf  (Comp.) (2001) “Aglomeraciones mineras y desarrollo local en América Latina”. Cepal – Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo de Canadá, Ottawa.
Bury, Jeffrey (2007) “Minería, migración y transformaciones en los medios de subsistencia, en Cajamarca, Perú”. En Bebbington, A. (Editor) “Minería, Movimientos Sociales y Respuestas Campesinas. Una ecología política de transformaciones territoriales”, Instituto de Estudios Peruanos, Centro Peruano de Estudios Sociales, Lima.

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